Una de las cosas que con mayor nostalgia recordaré de mis exámenes orales de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas es lo extrañamente que llegaban a evolucionar las conversaciones. En el último, partiendo del tema "igualdad de sexos", el profesor llegó a preguntar cómo podría definirse bitchy (zorrilla, pa entendenno).
Si el examen hubiera sido posterior a este fin de semana, podría haberme puesto a mí mismo de ejemplo.
Hace ya bastantes años que conozco a un chico aceptablemente majete con el que mantengo lo que podría llamarse una "amistad con derecho a roce" (en la que, para qué engañarnos, hay más roce que amistad). Este sábado decidimos ir juntos a la playa. A una nudísta, como no podía ser menos, y con la correspondiente zona de rocas para "las cabras" (como decía un antiguo amigo mío, muy fino él, "con el coño atrás").
La idea era estar a nuestro aire allí, tomando el sol, poniéndonos cremita y, si nos apetecía, haciendo "senderismo"...
Error. Sus amigos estaban en la playa. Al menos, eso sí, eran bastante simpáticos. Un poco lerchas, pero simpáticos. Y uno de ellos, el más lercha según mi intuición, era también el más... "arrebatador". Y por Murphy, no hay como estar ocupado en otros menesteres para que se te pongan nuevas "oportunidades" a tiro.
A mediodía mi "rozamigo" y yo fuimos a buscar unos bocadillos para comer, momento en el que, aparte de recordarle que me había prometido una ruta guiada de senderismo, le comenté las intenciones de su amigo, cosa que no le sorprendió especialmente, dicho sea de paso.
Ya de vuelta con el grupo, el "pretendiente" decidió ir hasta las rocas, y mi "rozamigo", raudo y veloz, sugirió que me llevara con él, que tenía yo ganas de conocerlas. Mi estupor sólo fue superado por la indignación que sentí, la cual hizo que aceptara sin vacilar.
No tenía intención de hacer otra cosa que no fuera echar un vistazo a la zona y hablar con este chico, pero entre su atractivo, su interés, lo increíblemente más majo que resultaba sin la compañía de sus amigos (detalle éste que se da tristemente a menudo en la gran mayoría de los mortales) y, sobre todas las cosas, el enfado por el modo de actuar de mi "rozamigo", finalmente decidí hacer algo más que hablar. No mucho más, pero sí algo. Lo suficiente como para que entre unas cosas y otras estuviéramos por allí más de una hora. Tiempo suficiente como para darle en las narices al objeto de mi ira. El cual, después, casualmente, se fue solo a las rocas. Al menos, si bien con desfase horario, fuimos los dos el mismo día...
Hombres... Cada día estoy más desencantado con ellos. Y creo que ya va siendo hora de que ellos también lo estén conmigo.
martes, 24 de julio de 2007
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