lunes, 16 de julio de 2007

Metro Goldwyn Mayer presenta...

Últimamente J.C. (a.k.a. Amanda, para aquellos que seguían a mi ponzoñoso alter ego) había comentado en más de una ocasión su deseo de volver por tierras leonesas para comprobar si su primera y, hasta ahora, única impresión de su capital (no precisamente positiva) había sido meramente circunstancial o realmente era un auténtico chasco de ciudad, así que el grupo más variopinto del universo conocido (léase, el Ying y el Yan, Hillary, J.C. y un servidor) decidimos visitarla este fin de semana pasado. Elección, por la parte que me ha tocado a mí, bastante acertada, puesto que ha sido una inesperada pero ideal despedida de Beautiful Ricardo (nombre basado en una idea original de Isa, todos los derechos reservados). Las espinitas, limpiamente, mejor.

La verdad es que esta ciudad me ha gustado bastante. De hecho, la impresión ha sido especialmente positiva teniendo en cuenta que las opiniones que he oído sobre ella no me hacían augurar nada especialmente bueno. Sin embargo, tanto lo que es la ciudad en sí (no excesivamente grande, tranquilita y con un casco histórico bastante cuquete y aceptablemente vivo para estar en el interior en verano), como su gente (la cual se aleja bastante por su comportamiento en términos generales del tópico del carácter castellano), como incluso el clima (si bien ir en verano puede traducirse como "hacer trampa" para opinar sobre él) me han parecido estupendos.

Tres cosas me han llamado la atención especialmente:

La primera, como no podía ser de otro modo, ha sido la catedral. Es realmente un edificio impresionante, tanto por dentro como por fuera. Incluso he tenido tentaciones de entrar en su museo, para el cual había que pagar entrada, y el hecho de que yo esté tentado de pagar por o para algo relacionado con la Iglesia resulta bastante significativo.

La segunda ha sido el MUSAC, cuya existencia, como buen patoso que soy en lo que a arte se refiere, desconocía, pero cuyo conocimiento me ha fascinado, incluso a pesar de que tanto lo que allí se exponía como sus correspondientes autores me eran bastante ajenos. Pero el arte en general, y en particular el que se ciñe a las tendencias que allí se consideran, tiene la magia de que no necesitas estar inmerso en una marea de conocimientos al respecto para poder participar de él y para obtener tu propia interpretación del mismo. Salvo que prefieras ir a dormir la siesta para salir por la noche (yo sé lo que me digo).

La tercera ha sido un local nocturno, el Glam. No deja de resultar curioso que en prácticamente cualquier ciudad existe algún local cuyo nombre o cuya abreviatura del nombre sea "Glam". Sin embargo, por lo que conozco, el de León es el único Glam que hace honor a su nombre en lo que respecta a música y, sobre todo, decoración.

Como broche al viaje decidimos parar a la vuelta en Astorga, donde disfrutamos de una buena comida (jamás hubiera creído que un local cuyo nombre fuera "gula" haría tanto honor al mismo), de las vistas de su impresionante zona monumental (sobre todo teniendo en cuenta el pequeño tamaño de esta población) y de un agradable paseo por un pueblecito cercano, Castrillo de los Polvazares, cuyo suelo, no precisamente idóneo para andar con tacones, era compensado por su maravilloso encanto medieval.

Habrá que repetir en época estudiantil. Promete...

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